jueves, agosto 4

A lo mejor ha llegado el momento. A lo mejor ahora llegan las palabras. Siempre confusas, ese bombardeo de ideales que golpea como la lluvia al asfalto un día de invierno, el día en que la autoridad se impuso por sobre los derechos naturales de los ciudadanos y les impidió transitar con la libertad por las calles, por nuestras calles, derecho que se nos otorga al momento de sacar el carnet de identidad cuando nacemos, cuando nos volvemos chilenos.
Unas cuantas decenas de zancadas bastaron para poder apreciar la agresividad y violencia alcanzada tanto por ciudadanos como por el contingente policial. El humo, el aroma perfumado de una lacrimógena, el llanto irresistible y los gritos, no de desahucio, de fuerza, de “vamos conchatumadre que esto aún no acaba”. Esa fue mi primera impresión de lo acontecido esta tarde.
Arrastrados solo por el deseo de ser partícipes sociales de “la gran revolución” que se está llevando a cabo, tan solo transité por las calles que cada día recorro para ir a comprar el pan o tomar la micro. Comencé a inmiscuirme en el ruido, en las caras, en ese pulso que cada vez pareciera ir más rápido, con cada piedra que chocaba la micro de pacos, con cada lacrimógena que estallaba.
¿¡Violencia necesaria!? Esa es la gran pregunta que ahora cruza mi mente. Es necesario llegar a estos extremos para que algo se resuelva!? Para que alguien tome cartas en el asunto!?
Pero pensemos un poco más… que es la violencia!? Es necesariamente la agresión física!?
Acaso no es violenta la manera en que miles de personas todos los días sepultan sus sueños por las deudas que contraen!? No es violenta acaso la manera en que nos volvemos víctimas de un sistema diseñado para vivir presos en deudas!? Díganme si no es violento que deba ya 8 millones de pesos a dos años de salir de mi carrera?!
Me gustaría ser idealista, y creer que en cada manifestación que se realiza no habrán desmanes, y nadie saldrá herido, pero eso es ingenuidad pura. La realidad nos muestra otros matices.
La realidad nos muestra a gente (jóvenes estudiantes, jóvenes trabajadores, adultos estudiantes, adultos trabajadores) descontenta con la forma y las decisiones que toma el estado, con la poca transparencia que poseen los gobernantes, con la clara intención de querer sacar provecho económico y político de su nueva empresa llamada Chile. Mucha gente se cansó ya de eso, y salió porque quería hacerse oír, en el único lugar donde todos podemos oír y ser oídos, las calles.
Pero toda lucha posee dos fuerzas. Dos fuerzas que inevitablemente se deben enfrentar, lo queramos o no. Y en esa busca de una por superar a la otra, cuando el vaso ya está lleno, cuando el tira ya no afloja más y la cuerda se ha roto, cuando ya no queda más espacio para la razón, ocurren cosas como las de hoy, violencia contra violencia. Los Unos armados con lacrimógenas, armaduras, micros blindadas, cascos, escudos, lumas; los Otros, con gritos, canticos y lo que puedan transformar en arma. Y las piedras y las barricadas y el caos. Heridos de un lado, heridos del otro.
Para cuando ya todo acaba solo quedan el sabor amargo de que aún no se puede, aún tenemos que convivir con la violencia, el enfrentamiento armado para poder solucionar los problemas.
Porque aún hay personas que cree que ese es el camino.

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